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Después de la guerra contra Gaea, el oráculo Rachel se había
vuelto más loca de lo habitual, y había empezado a sacudir a Leo y a gritarle
cosas que nadie podía entender. Después de hablar de este tema con Quirón, que
no supo qué hacer, Leo se preocupó mucho, no quería esperar.
Pero cada vez que Rachel se cruzaba con Leo, le miraba con los
ojos muy abiertos, como si hubiese visto algo casi imposible. Leo no lo aguantaba más. Se dirigió a Rachel, no la
conocía de mucho pero sabía que hace unos años Percy la había encontrado en una
presa a la que había ido con Annabeth para una misión y había descubierto que
podía ver a través de la niebla. Y lo mejor de todo, había decidido ser el
oráculo del campamento mestizo.
-Oye, tú, Rachel. ¿Qué te pasa con mi cara?- Preguntó Leo.
-Ah… yo… no sé si te lo puedo decir, bueno en realidad podría
darte alguna pista, pero no sería justo. Encima no me acuerdo de casi nada,
solo lo general ya sabes, porque no soy del todo oráculo.-Dijo Rachel
misteriosa.
-¿Qué es, una profecía, una guerra más, voy a morir?-Chilló Leo sacudiendo
los hombros de Rachel que se sintió incómoda ya que apenas le conocía.
-Pues... todo depende.-Rachel
respondió dándole la espalda.
-¿Cómo que depende? Eh, no te vayas. ¡¡¡Tenemos que hablar!!! –
Leo la siguió mientras ella se dirigía a su cabaña, nunca había entrado porque
le daba un poco de miedo y tampoco tenía razones, pero ahora sí…
La cabaña era muy pequeña comparado con la cabaña de Hefesto,
parecía una tienda de campaña familiar, pero estaba hecha con maderas y telas.
La puerta era un arco de el que caían distintos trozos de cadena metálica de
colores. Las apartó con la mano y entró.
Lo primero que vio fue un estante con diferentes maquetas de todo
tipo de misiones que habían hecho durante los últimos años en el campamento
mestizo, de los titanes, gigantes, había hasta una de Hércules. Decidió no
tocar nada y seguir explorando. No había mucha luz, pero al poco tiempo los
ojos de Leo se acabaron acostumbrando a la tenue luz. Sentada en un sillón
mirando por la ventana, estaba Rachel. Con los ojos cerrados cantaba una
canción.
-¿Rachel…? –Preguntó Leo.
-Julia. –Dijo Rachel instantáneamente.
-Ah, no. Soy Leo.
-Con Julia, claro. –Añadió Rachel.
-¿De qué hablas? Aquí no hay nadie. Abre los ojos y míralo tú
misma.
-Lo estoy viendo. Te está dando la mano. ¿Cuántos años tiene?
Parece joven. –Susurró Rachel, todavía con los ojos cerrados.
Leo se miró las manos, y como se imaginaba, no había nada.
- ¿Rachel, qué te pasa? Estoy solo, te lo prometo. Abre los ojos y
–
-Se me da mejor mirar con los ojos cerrados. La verdad puedo ver
todo con más claridad. ¿Julia querida, quién eres? –Rachel apretó los ojos,
como esperando una respuesta.-No, no te vayas por favor, solo quiero hablar.
-Rachel. Para ya. Me estás asustando. Por favor abre los ojos.
–Dijo Leo intentando parecer calmado.
Rachel abrió los ojos y miró a Leo con los ojos entornados.
-Esto… ¿Leo? Sí, perdón que no nos hayan presentado antes, ¿O sí
lo han hecho? Mira no lo sé. No sé lo que haces aquí, ¿Cómo has entrado, y lo
importante, qué quieres? Porque si quieres que te hable de profecías ya sabes
que me salen solas, no recuerdo ni la mitad de lo que digo en estado
inconsciente pero es que noto algo en ti sabes… después de lo de Calipso, que
por cierto, lo siento mucho –eráis adorables-
he estado viendo a una chica nueva siempre a tu lado. No sabía si era tu
prima o tu hermana, luego descarté esas opciones porque tiene el pelo marrón y tú
negro. Vale que lo tiene rizado pero a ver, ya me entiendes no es lo mismo.
Jajaja… -Rachel respiró profundamente y esperó a que Leo dijera algo.
-¿No dirás Hazel? Oye, y ¿Qué te pasa en lo de hablar tanto? Me
caes mejor en estado inconsiente… -Dijo Leo en voz baja.
-¡Ja! Que va, conozco a Hazel. Pero esta chica está siempre a tu
lado. Tendrá como 14 años, rasgos europeos ya sabes típica chica española, o
italiana. Pero miro en sus ojos y siempre mira al vacío. Le hablo y no me
escucha. Está allí pero creo que en realidad no lo está del todo. –Dijo Rachel
preocupada.
-Pues no me suena… ¿y siempre la ves, ahora también? –Preguntó
Leo.
-¡No!, se ha ido hace unos minutos, se ha… desvanecido, o eso me
ha parecido.- Respondió Rachel.
-Así que Julia… ¿y es guapa dices?-Dijo Leo pensativo.
-Se llama Julia… ¿Cómo lo sabes? Sabía que la conocías.
-Qué va, Me lo has dicho tú, en estado inconsciente. Sabes… me das un poco
de miedo cuando estas así, ya sabes, con los ojos cerrados y hablando raro.
Pareces… no sé. ¿Poseída diría yo? –Dijo Leo avergonzado.
-Es que en realidad… Estoy poseída en ese momento por el oráculo.
Lo siento si te doy miedo, pero el oráculo no puede caminar ni moverse, no te
puedo hacer daño. Si te cuento un secreto a veces hablo con el oráculo, ¿Sabes?
Es muy maja, sabe un montón de chistes… y –
-Vale, sí muy bien. Gracias por tu ayuda. Me tengo que ir. Tengo
que enseñar una cosa a… mi cabaña de… hefesto, si claro. Y también… estoy un
poco liado, ya sabes, con el Argo II y
todo. Bueno encantado de conocerte. Adiós- Dijo Leo en el mismo instante por el
que apartaba con la mano las cadenas.
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