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Leo salió corriendo de la habitación corriendo, con intención de
encontrar a Hazel.
-Hazel, Hazel!-Gritó Leo con lágrimas en los ojos.
-Leo, ¿Qué te pasa, donde está Nico?-Preguntó Hazel preocupada
mientras lavaba su plato de desayuno.
-Él, él… me ha dicho que se muere y no está, estábamos hablando ¡y
ya no está! Cómo, puede ser, no… no es posible. ¡Hazel di algo!-Contó Leo
nervioso.
Hazel se había quedado parada, en shock. Leo sabía lo que estaba a punto de pasar, y unos segundos
antes de que Hazel se desplomara, Leo consiguió cogerla al vuelo.
Ambos se hallaban tumbados
en una especie de campos.
-Estamos en una llanura de flores Asfódelas.- Hazel miró a Leo.
-¿Asfódelas? Me suena ese nombre…-Dijo Leo poniéndose en pie.
-Quizás porque estamos en los Campos de Asphodel. Bienvenido al
inframundo, hogar, dulce hogar.- Hazel inspiró el aire cerrando los ojos.
-¿Cómo es que estamos aquí?-Leo se puso de cuclillas a examinar
una flor Asfódela.
-No lo sé, hacía mucho que no me pasaba. Creía que podría
controlarme…lo siento.-Dijo Hazel tapándose la cara.
-Eh, eh, Hazel, no pasa nada. Todos tenemos un punto débil, -Leo
se sentó a su lado- no tienes que ponerte así por esta tontería.
-No es una tontería -Hazel se sorbió la nariz.- ninguno de
vosotros tiene un punto débil, y si lo tenéis, sabéis afrontarlo. La única cosa
que tengo que hacer es controlarme para que no me den estos dichosos bloqueos y
no he podido…
-Yo tengo debilidades, y todos los demás también. Hazel, ¿Qué
tonterías estás diciendo?-Dijo Leo frunciendo el ceño.
-¿Qué debilidades tienes tú Leo?-Preguntó Hazel secándose las
mejillas.
-Las chicas…-Dijo Leo susurrando, hubo un silencio incómodo y de
pronto Leo dijo- Bueno, a levantarse, tenemos que descubrir por qué estamos
aquí. –Leo le tendió la mano a Hazel para ayudarla.
Ambos echaron a andar por entre las flores, no se oía nada más que
el silencio y la respiración agitada de Hazel.
-¿Por qué está vacío?-Preguntó Leo.
-Tendremos que averiguarlo…-Dijo Hazel misteriosa.
Al cabo de un par de minutos andando en silencio escucharon unas
carcajadas de niña que venían de un árbol.
-Vamos Nico, puedes subir, es muy fácil.-Dijo la niña del árbol.
Nico se hallaba debajo del árbol, tendría unos 4 años.
Sus manos estaban negras y pegajosas por la resina del árbol, su
ropa estaba sucia y descuartizada, como si alguien se la hubiese dado a un
perro como juguete. Su cara transmitía diversión, no tenía las mismas ojeras
que en la actualidad. Estaba mucho más moreno y su pelo, más claro. Tenía
varias heridas en las rodillas, pero aún así intentaba escalar el árbol.
De pronto, una mano salió del árbol y agarró la de Nico, que
consiguió apoyar los pies en el tronco y escalar hasta la cima.
-Lo podrías haber hecho sin ayuda.-Se quejó la niña del árbol.
-No habría podido, soy más bajito que tú, y más pequeño.-Contestó
Nico.
-Nico, no te permito decir eso. Claro que habrías podido. Lo que
pasa es que piensas que no, es psicológico.-Contestó la niña enfadada.
-No sé lo que se ignifica
psicológico y me da igual no saberlo. ¿Y ahora como nos bajamos? Está muy
alto.-Musitó Nico sin ganas.
-Saltando, así…-La niña saltó del árbol con agilidad.
Al reconozer a la niña Leo y Hazel se miraron, no dijeron ni una palabra,
pero en sus ojos se reflejaban las dudas.
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