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jueves, 9 de octubre de 2014

Capítulo 5

5
Leo salió corriendo de la habitación corriendo, con intención de encontrar a Hazel.

-Hazel, Hazel!-Gritó Leo con lágrimas en los ojos.

-Leo, ¿Qué te pasa, donde está Nico?-Preguntó Hazel preocupada mientras lavaba su plato de desayuno.

-Él, él… me ha dicho que se muere y no está, estábamos hablando ¡y ya no está! Cómo, puede ser, no… no es posible. ¡Hazel di algo!-Contó Leo nervioso.

Hazel se había quedado parada, en shock. Leo sabía lo que estaba a punto de pasar, y unos segundos antes de que Hazel se desplomara, Leo consiguió cogerla al vuelo.

 Ambos se hallaban tumbados en una especie de campos.

-Estamos en una llanura de flores Asfódelas.- Hazel miró a Leo.

-¿Asfódelas? Me suena ese nombre…-Dijo Leo poniéndose en pie.

-Quizás porque estamos en los Campos de Asphodel. Bienvenido al inframundo, hogar, dulce hogar.- Hazel inspiró el aire cerrando los ojos.

-¿Cómo es que estamos aquí?-Leo se puso de cuclillas a examinar una flor Asfódela.

-No lo sé, hacía mucho que no me pasaba. Creía que podría controlarme…lo siento.-Dijo Hazel tapándose la cara.

-Eh, eh, Hazel, no pasa nada. Todos tenemos un punto débil, -Leo se sentó a su lado- no tienes que ponerte así por esta tontería.

-No es una tontería -Hazel se sorbió la nariz.- ninguno de vosotros tiene un punto débil, y si lo tenéis, sabéis afrontarlo. La única cosa que tengo que hacer es controlarme para que no me den estos dichosos bloqueos y no he podido…

-Yo tengo debilidades, y todos los demás también. Hazel, ¿Qué tonterías estás diciendo?-Dijo Leo frunciendo el ceño.

-¿Qué debilidades tienes tú Leo?-Preguntó Hazel secándose las mejillas.

-Las chicas…-Dijo Leo susurrando, hubo un silencio incómodo y de pronto Leo dijo- Bueno, a levantarse, tenemos que descubrir por qué estamos aquí. –Leo le tendió la mano a Hazel para ayudarla.
Ambos echaron a andar por entre las flores, no se oía nada más que el silencio y la respiración agitada de Hazel.

-¿Por qué está vacío?-Preguntó Leo.

-Tendremos que averiguarlo…-Dijo Hazel misteriosa.
Al cabo de un par de minutos andando en silencio escucharon unas carcajadas de niña que venían de un árbol.

-Vamos Nico, puedes subir, es muy fácil.-Dijo la niña del árbol.

Nico se hallaba debajo del árbol, tendría unos 4 años.
Sus manos estaban negras y pegajosas por la resina del árbol, su ropa estaba sucia y descuartizada, como si alguien se la hubiese dado a un perro como juguete. Su cara transmitía diversión, no tenía las mismas ojeras que en la actualidad. Estaba mucho más moreno y su pelo, más claro. Tenía varias heridas en las rodillas, pero aún así intentaba escalar el árbol.
De pronto, una mano salió del árbol y agarró la de Nico, que consiguió apoyar los pies en el tronco y escalar hasta la cima.

-Lo podrías haber hecho sin ayuda.-Se quejó la niña del árbol.

-No habría podido, soy más bajito que tú, y más pequeño.-Contestó Nico.

-Nico, no te permito decir eso. Claro que habrías podido. Lo que pasa es que piensas que no, es psicológico.-Contestó la niña enfadada.

-No sé lo que se ignifica psicológico y me da igual no saberlo. ¿Y ahora como nos bajamos? Está muy alto.-Musitó Nico sin ganas.

-Saltando, así…-La niña saltó del árbol con agilidad.


Al reconozer a la niña Leo y Hazel se miraron, no dijeron ni una palabra, pero en sus ojos se reflejaban las dudas.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Capítulo 4

4
La luz matinal que entraba por la ventana despertó a Leo, que no quiso abrir los ojos ya que estaba demasiado cansado. A pesar de ello, los abrió ya que tenía la extraña sensación de que alguien le observaba, y como se imaginaba, era cierto.

-Nico, ¿qué te pasa?-Preguntó Leo un poco incómodo.

-Ella es, es… rara. -Dijo Nico confundido.

-¿Quién, Julia?-Leo miró a los ojos de Nico, que estaba mirando al vacío.

Nico asintió.
En ese momento algo centelleó en los ojos de Nico. Leo intentaba adivinar que estaría pensando Nico, pero Nico nunca había sido muy expresivo. 
Nico escudriñó detalladamente el vacío, donde estaría Julia, y una lágrima resbaló por su pálida mejilla.

-¿Nico, estás bien?- Preguntó Leo preocupado.

-Yo, sí.-Musitó Nico rápidamente.

Nico se frotó la cara con la manga de su jersey negro con calaveras, se levantó del sofá y se fue caminando por el pasillo hasta su habitación. 
Leo se levantó al instante, dobló cuidadosamente la manta que Hazel le había prestado el día anterior y se dirigió hacia la habitación de Nico, la cual nunca había visto.

Leo abrió la puerta cuidadosamente y al ver a Nico sentado en el suelo, mirando a la ventana y llorando se acercó lentamente y le puso la mano sobre el hombro, nunca le había visto llorar y no sabía exactamente qué hacer.

-Nico, sabes que desde que te conozco hemos sido muy buenos amigos. Puedes contármelo. ¿Vale?-Dijo Leo con ternura.

-Yo… esque, no puedo.-Dijo Nico con un nudo en la garganta.

-¿Es sobre Julia verdad?-Preguntó Leo mirando hacia la puerta.

Nico se encogió de hombros y miró a Leo. Leo notó que tenía un nudo en la garganta muy grande, y que dentro de poco lo soltaría. Así que le miró a los ojos y le abrazó.
 No sabía por qué lloraba, pero lo que sí sabía es que necesitaba un amigo con el que pudiese contar y ese era Leo.

-No sé si me entiendes Leo, pero esque… esa chica, Julia me recuerda mucho a mi hermana Bianca, sé que no es ella. Pero he pensado, y no pienses que estoy loco, que a lo mejor tienen algo en común. A lo mejor, esa chica me quiere decir algo, sobre mi hermana, porque ayer... déjalo.-Explicó Nico apartando la mirada.

-Oye, Leo. ¿Puedo contarte algo, que no es sobre este tema?-Preguntó Nico con los ojos y la nariz rojos de tanto llorar.

-Claro que sí.-Dijo Leo, con un poco de miedo al preguntarse qué le diría Nico.

-Me estoy muriendo.-Susurró Nico.


Y en ese instante, sencillamente, Nico desapareció.